Aquél sábado 7 de agosto de 2021 terminó el Gran Coloquio Cósmico de Nueva Poesía Transfilosófica. El cierre estuvo engalanado con el premio al escritor Míster Mucho por su libro La isla de la piedra, donde, en uno de los capítulos, enseña cómo hacerle para meter a dos prostitutas en una habitación de hotel, pasar dos días con ellas y que no te cobren. El Gran Coloquio se llevó a cabo muy cerca del barrio más gentrificado de la ciudad, La Baronesa, en la consumada y legendaria cantina Los Revolucionarios, donde se dieron cita varias figuras de la literatura, intelectuales e híbridos, fotógrafos de renombre y demás hípsters. Quien dispensó las palabras del cierre fue el organizador del evento, H. A. Carmín, que elogió a los noveles autores de la nueva poesía transfilosófica (última vanguardia en boga de la literatura), pero también a los patrocinadores: empresarios y políticos de oposición que están descontentos con las políticas culturales de la figura del ejecutivo, el Pantokrator, quien ha recortado todo presupuesto para este tipo de eventos snuff.

            Después de la pomposa ceremonia del cierre, se nos invitó a pasar al bar La María, que en conjunto con otros socios administra el gran compositor Carlos Ramírez Alquileria, lugar donde siguió la tertulia. En mi calidad de reportero de la Revista Cuarentena, para que no salgas de casa, aproveché que se reúne la crema y nata del espectáculo y la ocasión fue propicia para entrevistar precipitadamente a Acitronella, destacada actriz de cine para adultos que nadie reconoció, supongo que muchos de los comensales ignoran que ganó el concurso Miss Curvilínea 2021, realizado a puerta cerrada debido a la pandemia. La gordibuena más hermosa que pasa desapercibida en el medio me dijo con voz suave mientras me hipnotizaba con sus ojos color miel:

–¿Vas a hacerme las mismas preguntas que todos los periodistas me hacen?

–¿Eh? No. Bueno, supongo– Apenas pude abrir la boca, preferí levantar la mano para que la mesera nos atendiera, estaba nervioso, debo confesarlo. –Dos cervezas, por favor…

El verdadero nombre de Acitronella es Nina Sosa y antes de que pudiera decirle algo me espetó las 5 preguntas más recurrentes que le hacen los periodistas:

1. ¿Qué comida es su favorita o la que más come?

2. ¿Cuál es el origen del personaje Acitronella?

3. ¿Cuáles son los poderes de Acitronella?

4. ¿Por qué luce poca ropa a pesar del exuberante y lonjudo cuerpo que posee?

5. ¿Está comprometida Acitronella con algún hombre o mujer?

            Apenas y podía asistir con la cabeza y apretar el botón de la grabadora para que Acitronella se soltara respondiendo sin que yo le preguntara. Su comida favorita son las hamburguesas dobles y la longaniza cruda, es una actriz empedernida que ha perdido el piso sobre la huella ecológica ambiental de la producción masiva e industrial de la carne, como lo deja ver en su perfil de Instagram, donde tiene cerca de 40 millones se seguidores. El origen de Acitronella es un laboratorio clandestino del Gabacho donde sintetizaban ácido, ella era una trabajadora de limpieza, migrante y de una minoría étnica, que cayó por accidente en un contenedor de LSD, así se transformó en la anti-heroína que es, su criptonita es la chiva negra, que le aterriza el viaje de acitrón en el que anda todo el tiempo. Su poder es que puede tener sexo con cualquier persona que desee, hombre, mujer, transformer o animal genéticamente modificado que se le antoje, su saliva contiene LSD, sus fluidos mejor ni te digo. Sus películas siguen esa dirección.

Dr. Cannabis, Marihuanella y el Bo en la Juanita, 2021

Le gusta lucir su voluptuoso cuerpo porque hace una campaña para defender el cuerpo de las gordibuenas, por encima de las delgadas y flácidas, que según ella no sufre trastorno alimenticio, es una eterna pecadora: la gula la corroe por dentro. No hace ejercicio, prefiere sudar haciendo lo que más le gusta: sexo. Por eso no es heroína ni modelo a seguir para las niñas, se considera una marginada social y usa unas prótesis faciales movibles, máscaras de látex, para no ser reconocida en público. Yo la reconocí por un tatuaje que lleva en el brazo. Me hipnotizaba como serpiente y la respuesta a la última pregunta fue que, en efecto, estaba comprometida, pero que no podía revelar la identidad de la persona en cuestión porque la moral de la sociedad e incluso sus amistades más cercanas se lo reprochan. Sin embargo, me dio la tarjeta de presentación de una empresa que hace modificaciones corporales y genéticas, “te transforman en lo que quieras papi”. Por mi cabeza pasó convertirme en hombre-lobo.

En esos momentos pasó cerca de nuestra mesa Arnoldo Arroyo Arroyo, quien fuera el eminente editor de la Revista Funky Fungi, publicación que habla única y exclusivamente de los hongos alucinógenos, no puedes hablarle de otra cosa que no sea eso, es su vida y su pasión, y lucha porque los niños santos sean reconocidos legalmente como la cura para todas las enfermedades. Arnoldo es uno de los socios de La María y aproveché para preguntarle:

–Oye, ¿por qué no está aquí Alquileria?

–Dice que se siente mal, sospecha que le haya dado coronavirus…

–No inventes, ¿cómo crees? ¿Por qué lo dices tan tranquilo?

–Pues que ese güey siempre se siente mal y ya le ha dado covid como 5 veces– Hizo un gesto sarcástico.

–Es que yo quería hablar con él de su último disco, Doña Blanca está cubierta, que tiene temas que hablan de su predilección por la cocaína…

–Espérame, tengo que atender a Guillermo, ahorita te veo…

            En ese instante se sentaron en nuestra mesa, el premiado Míster Mucho por el Gran Coloquio Cósmico, con dos de sus amigos, el Bush y el Jesucristo, que nos invitaron una ronda. En cuanto pude cruzar palabras con Mr. M para hacer un reportaje sobre su premio, la mesera nos solicitó cerrar cuentas porque ya se iba, Mr. M y sus amigos decidieron ya no pedir más drinks y resolvieron seguirla en casa del Jesucristo, voltearon a verme y me invitaron. Acepté.

            El chófer de Mr. M nos llevó en su camioneta hacia el norte de la ciudad. Antes de descender del auto, Mr. M le encargó que fuera por una botella de absenta y varios papeles para pasar la noche porque “ya me está dando el bajón”. Nos instalamos en la sala de Jesucristo y comenzamos a charlar, salía humo verde a bocanadas, rayamos un espejo en el centro de la mesa y vimos los Picapiedra. Mr. M comenzó a contarme una de sus anécdotas, “para tu reportaje” dijo, muy al estilo de los bajos fondos de Sergio “el enigmático”, de quien se hace un premio de crónica en su honor, y del mismo modo que éste, Mr. M traía una onda paranoica:

            Perseguía a una mujer que le había robado papeles importantes, entre ellos su pasaporte y el borrador de un cuento corto, Leopoldville, Matadi, Congo, con el que después ganó el Premio Richard Garibas de Cuento Corto. Había estado con esta dama en la habitación del lujosísimo Hotel Pisa y corre, pero la desdichada había aprovechado el sueño de Mr. M para despojarlo de sus legajos. Alcanzó a verla entrar en un edificio y corrió tras ella. Subió a la Jackie Chan por la fachada y las escaleras de emergencia hasta que dio con la ventana en la que se hallaba la ladrona. Se asomó y vio sus papeles y folders en una mesa muy cercana. Como pudo estiró el brazo izquierdo mientras se sostenía con el derecho. Cuando por fin los tuvo entre los dedos se abrió una puerta al interior que lo hizo soltarse. Mr. M cayó varios pisos y todas esas hojas volaron como palomas asustadizas por los aires. Cuando pudo sobreponerse y los paramédicos los subían a la ambulancia, gritaba “mis hojas, mis hojas, junten mis hojas”.

            Y es que por esos días a Mr. M le hacía mucha falta su amigo Dorian Gabriel Castillo, poeta nacido en 1984, originario de Neza, quien se juntó con un Escuadrón de la Muerte, le dio hepatitis que evolucionó a cirrosis y se quedó en cama hasta que estuvo frío un 8 de febrero de 2020. Nadie fue a su entierro, parece que murió sin amigos. Mr. M tuvo que estar en silla de ruedas como 8 meses después de su aparatosa caída, con yeso en la pierna y el brazo derechos. Su amigo el Taz lo sacaba para que le diera el Sol y se oreara, hasta que un día llegó el Bush y se lo llevó de loquera. Rentaron una habitación y unas amigas: “la evolución es prostitución”. Loquearon tanto que el Bush terminó aventando una pantalla por la ventana y la habitación quedó hecha mierda. El gerente les exigía que la pagaran. Bush alegaba que su papá, en ese entonces delegado, arreglaría el pedo. M se quedó en prenda, mientras Bush iba a la recepción. Aprovechando un descuido tomaron un taxi y huyeron. Al día siguiente era cumpleaños de M.

            Para seguir la loquera intentaron robar un auto, pero salió el dueño con un plomo, también llegaron policías y hubo disparos. A M se le cayó una bota en la corretiza. Bush se dio a la fuga al Gabacho, M se quedó: “si te quedas vales madres, mueres”. M les hizo el caldo de dulce a la policía y los convenció de que sólo le habían robado 50 pesos al dueño, aunque aquél pedía entre 10 y 15 mil. El comandante de la alcaldía Cuauhtémoc le preguntó:

–¿Dónde estudias?

            M sacó de entre sus pertenencias una credencial hechiza de la Universidad de los Insurgentes Sur y el tira accedió:

–Vete (sin dar nada) – Esa la podemos contar, puntualizó.

            A M ya se le estaba bajando y encargó más, la noche ya no importaba, lo que importaba era la plática. Fiel devoto de San Flaubert, lo alaba como el mayor novelista, después de Cervantes claro, y su Madame Bovary como el prototipo de la novela infiel. Burgués que sufría epilepsia, sacrificó todo por la literatura, y para M, fue el primero en mencionar que la máxima ficción sirve como parámetro de una buena historia. Cuando tocó el turno de hablar sobre el Gran Coloquio Cósmico de Nueva Poesía Transfilosófica, hubo divagaciones, pero terminó señalando que el mejor libro de H. A. Carmín es Casas para las familias, mientras que para mi amigo Diego Rodríguez es Odiemos al yuan, y para mí Guadalajara mi confidente. En ese momento sonó su teléfono: “siempre hay que estar a las vergas”, el chalán estaba esperando en la puerta. Mientras iba por él me dijo: “un grupo de sicarios y pistoleros querían que yo fuera su chaleco, les hablé claro, les dije que me dieran toda la libertad que yo quisiera, ahí me abrieron”.

            Más temprano que tarde la artillería se acabó, porque ya amanecía. Me despedí de estos simpáticos amigos. No había dormido nada y al día siguiente me dio gripe colombiana: la nariz tapada, atiborrada de mucosidad, por más que te suenes la nariz seguirá tapada, la garganta adolorida, cansancio y dolor en los huesos (la descalcificación). A mí me da por cagar seguido. Después un poco de sudor frío, escalofríos, los riñones resienten la enfermedad, dolor de cabeza y secreción nasal. No es casualidad que uno se espante y sienta que ya le dio covid. Puse el disco de Alquileria, Doña Blanca está cubierta, esperando encontrar remedio en sus canciones, en la tónica de sus letras, pero no había ninguna referencia para curarse la gripe colombiana. Tres días me tumbó sin poder avanzar en mis pendientes. ¿Cuál fue mi sorpresa? Salí positivo a covid, al igual que Arnoldo Arroyo y Alquilería, éste último se había pronunciado en contra del encierro por la pandemia durante la inauguración del Gran Coloquio: “basta de cuidar nuestra salud, que nos dejen ser libres”. ¡No nos gusta el postre! ¡Queremos el plato fuerte!