El cuerpo es la última herramienta de la que el artista puede valerse; más allá de técnicas y materiales, el cuerpo humano se convierte en la trinchera final para expresar un mensaje. En los últimos años la necesidad del ser humano por redefinir su figura se ha vuelto una obsesión que, afortunadamente para algunos, se ha convertido en una realidad constante gracias a los avances en la medicina estética; las limitaciones físicas por la falta de miembros tampoco es un obstáculo ahora gracias a la ingeniería genética y robótica, esto, acompañado de la caída de viejos dogmas sociales que veían al cuerpo como un regalo de Dios y que sólo él era capaz de decidir sobre su uso han permitido una especie de revolución conceptual en torno a la estética del cuerpo humano, es decir, la transformación voluntaria del cuerpo, hasta imaginar una existencia corporal mezclada y extendida de manera mecánica que abandona la ciencia ficción para convertirse en realidad.

 Como lo ejemplifica el teórico en comunicación Marshal McLuhan  El hombre se caracteriza por la capacidad de rebasar los límites de su cuerpo físico; poco a poco ha extendido la potencia de sus órganos mediante aparatos complejos hasta que sus sentidos se extendieron en todas las direcciones del espacio y tiempo… el hombre está empezando a llevar su cerebro fuera de su cráneo y sus nervios fuera de su piel; la nueva tecnología engendra un hombre nuevo y lo lleva a una especie de estética post humana que se sustenta, en el rechazo de formas expresivas o autobiográficas: “el cuerpo no como sujeto sino como objeto, no como objeto de deseo sino como objeto de diseño”.

LA NUEVA CARNE

En septiembre de 2002, la editorial española “Valdemar” lanzó al mercado el libro titulado “La nueva carne, una estética perversa del cuerpo”, este material coordinado por José Navarro, reúne una docena de ensayos sobre el uso y abuso del cuerpo humano en diferentes expresiones artísticas pero con la particularidad muy especial de no encaminarse hacia una aplicación de acuerdo a la belleza convencional, sino que se dirige hacia los oscuros caminos de la perversión humana.

Esta nueva estética ha golpeado poderosamente a las artes, desde el quehacer cinematográfico hasta las nuevas tendencias escénicas como el performance, han ensayado con nuevas posibilidades corporales que originan una especie de realidad grotesca alternativa que viaja de manera exitosa de las salas cinematográficas a los foros alternativos.

LA NUEVA CARNE CINEMATOGRÁFICA

David Cronomberg es, sin duda, es el mentor de la nueva carne, sus producciones mantienen siempre el mismo sello sin importar el presupuesto de sus rodajes pues lo que verdaderamente le interesaba era abordar la poesía de las entrañas en filmes como Scanners (1980), Videodrome (1982),  La mosca (1986), y eXistenZ,  incluso el término como tal surge de su película Videodrome (1982) que propone una existencia influenciada orgánicamente por los mass media hasta el punto en que Max,  protagonista del filme, erotiza y se funde con un televisor que, a su vez, es la encarnación de su amante desaparecida, Max una vez coexistiendo con el televisor se suicida a cuadro con una pistola fusionada con su brazo. Sobre esta relación, podemos citar al teórico canadiense en Alan Paul, su libro “El sitio de Macondo” menciona que los medios y la tecnología al prolongar algún aspecto físico del hombre se convierten en cosas vivientes…

Videodrome concreta y sintetiza las nociones que ha trabajado Cronemberg, y termina especificando el termino Nueva Carne, un estado de conocimiento psíquico y transformación física en que la materia biológica se funde con la mecánica que da como resultado un nuevo ser. El terror corporal de Cronemberg nos ofrece una visión de lo monstruoso que nos remite directamente a nuestra carne, espacio donde conjugamos el miedo a la muerte, el erotismo y la metamorfosis hacia lo degradado.

Como comenta Pilar Pedraza, los lugares del monstruo no son ya las tinieblas, el subterráneo o el espacio exterior sino el propio cuerpo, ese apéndice siniestro, a la vez conocido y desconocido, que envejece, incuba tumores en silencio, reclama drogas, propaga virus y traiciona  al alma negándose a continuar vivo.

Esta transformación corporal ha estado presente en varios filmes de Cronomberg como: ExintenZ, en la que el canadiense plantea una extraña especie de consola de juegos en la que el conector se enchufa a un puerto orgánico  directamente en el cuerpo del jugador, ¿qué decir del filme La Mosca? en que un científico obsesionado con la teletransportación de la materia termina fundiéndose con un  insecto para originar una desagradable criatura viviente, sin embargo, la representación más real de La nueva carne aparece en la cinta “Crash extraños placeres” filme en que lo orgánico (hombre) y lo mecánico (automóvil), se conjugan para producir excitación y placer sexual; Crash incursiona en el campo de la sexualidad más allá del cuerpo “los autos son la tecnología a través de la que los personajes están reinventando la realidad humana. Los personajes van creando su propia existencia a través de encuentros sexuales, coches a velocidad máxima y colisiones, no solo mecánicas sino también sexuales.

J. G Ballard, autor de la novela en que se basa la cinta de Cronemberg declara acerca de su obra que “a lo largo de Crash he tratado el automóvil no sólo como una metáfora sexual sino también como una metáfora total de la vida del hombre en la sociedad contemporánea. En este sentido prefiero pensar que Crash es la primera novela pornográfica basada en la tecnología.

David Lynch acompaña a Cronemberg en el cine de La nueva carne, el realizador norteamericano ha utilizado en algunas de sus cintas, principalmente: El hombre elefante y Erasehead, personajes deformes físicamente que bien podrían ser catalogados como fenómenos o freaks de feria añadiéndoles una clara deformidad psicológica, sello distintivo del creador de verdaderas pesadillas y laberintos mentales como: Twin peaks, Blue velvet, Lost Highway y Mulholland drive, creando así un nuevo monstruo tan real como nosotros mismos y que incluso convivimos con él todos los días. Lynch concibe al mundo como una pesadilla, una anomalía, como un universo creativo, a la vez cotidiano y siniestro que está habitado por criaturas excéntricas.

LO MECÁNICO Y LO ORGÁNICO

La nueva carne, en su sentido cibernético, naturalmente aparece en diversas producciones de ciencia ficción, la más importante sin duda es Blade Runner dirigida por Ridley Scott, adaptación cinematográfica de la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Phillipe K. Dick, donde el autor juega con la delgada línea entre lo orgánico y lo artificial, K. Dick teje una maraña futurista y tecnológica en que los animales ya no existen y el sexo con androides está prohibido pero es altamente satisfactorio. Ya que mencionamos a Ridley Scott, debemos recordar que él encabezó la primera parte de la trilogía “Alien”, en esta cinta aparece el trabajo estético de H. R. Giger, principal promotor de La nueva carne en su combinación orgánico-mecánico, el escritor español Carlos Arenas en el libro de Editorial Valdemar aclara: “Las simbiosis de elementos tecnológicos y formas orgánicas como si se trataran de enfermedades que se propagan son elementos gigerianos que cineastas como Cronemberg comparte en sus películas, así como otros elementos entre los que destacan órganos sexuales de carne y metal”.

Resulta más que obvio decir que el género literario y cinematográfico donde La nueva carne aparece con más constancia, por su interacción de lo humano con lo mecánico, es el Cyber punk cuya máxima representación en la pantalla grande es la cinta japonesa Tetsuo de Shinya Tsukamoto (1989), filme donde un ciudadano más corriente que común se transforma poco a poco en un ser de acero y tornillos. Tetsuo es un coctel que juega con lo gore y el sexo donde los hieros y la carne se funden en una sola materia, es una especie de pesadilla urbana, tetsuo es básicamente, según lo declara su director, un filme sobre el erotismo asociado con la frágil carne humana pero en contraposición de lo frío y duro del metal. Imágenes duras como la transformación del pene del protagonista en un peligroso taladro y la aparición de un tubo en la vagina de una chica así lo aseveran.

Las bodas contra natura del metal y la carne trazan el camino del terror corporal, las preocupaciones humanas que resultan de un desarrollo tecnológico que se nos escapa de nuestro control, están presentes en estos filmes donde las pesadillas post industriales nos muestran cuerpos mutilados  y sodomizados en rituales tecnológicos llenos de erotismo, es decir, no sólo podemos rastrear paranoias apocalipticas en estos filmes sino que también intentos de experimentación en el campo de una sexualidad no humana, fetichismo maquínico en la seducción del metal, la máquina como el otro…

El contacto entre las carnes se ha convertido en el contacto desgarrado y la piel abierta; los flujos y secreciones se han enriquecido con aceites de máquina y lubricantes industriales.

Según J G Ballard la última revolución del hombre ha sido la tecnológica, a través de la cual el ser humano se convirtió en un bio-robot, un ser que solo es capaz de entender el mundo a través de sus prótesis mecánicas y electrónicas. El enfrentamiento entre la parte biológica hormonal del hombre y sus diferentes prótesis es la causa del colapso final que Ballard describe en sus textos, sin embargo, ese colapso no es resultado de las guerras nucleares sino el de la voracidad del progreso tecnológico.

El teórico de la inteligencia artificial Hans Moravec entusiasta defensor de los «hijos de nuestra mente», o sea, los robots como él los llama, asegura que estamos a punto de entrar en un universo “posbiológico” en el que formas de vida robóticas capaces de pensar y de reproducirse independientemente “se desarrollarán hasta convertirse en entidades tan complejas como nosotros”, insinúa que podremos conseguir una inmortalidad terrenal mediante la sustitución de las piezas de nuestro organismo que lo necesiten, es decir,  descargaremos nuestros deseosos espíritus en la memoria digital o en cuerpos robóticos y nos libraremos de una vez de la débil carne, aunque reconoce que no es nada fácil y, además, que la gente con quien lo ha comentado no parece demasiado ilusionada con esa perspectiva.

EL CUERPO MUTILADO

Ya en uno de sus cortometrajes, David Lynch nos exhibió una mujer con las piernas amputadas (“The Amputee”) mostrándola como un verdadero objeto erótico y recordándonos que la belleza del cuerpo humano no es más que una mera construcción social.  Ante lo que el pornógrafo Naief Yehya dice ¿Qué interés puede tener un cuerpo humano sin amputaciones ni cicatrices notables?

Sin embargo, el verdadero maestro de La nueva carne y el uso de cuerpos cercenados es el fotógrafo estadounidense Joel Peter Witkin, quien no tiene prejuicios a la hora de construir singulares imágenes en las que el cuerpo humano se exhibe mutilado, deforme o transexuado, el trabajo de Witkin, al igual que el de todos los constructores de La nueva carne, muestra una obsesión por mostrar la fragilidad del cuerpo y cuestiona en todo momento la estética y belleza convencionales de la sociedad occidental.

Jorge Juanes señala en su ensayo el arte post humano que “la disyuntiva está abierta. Quizás el resurgimiento del arte tenga que pasar por la experiencia de su muerte, hay que agarrar al toro por los cuernos: ni postrarnos ante la cibercultura, ni negarla; sino meditar sobre la esencia de la técnica poshumana y sus consecuencias. Cuesta trabajo concebir una constelación artística en que lo trágico y lo cómico, la fealdad y la belleza queden cancelados en nombre de la omnipotencia cibernética. Donde se habla de desmaterialización cabría hablar de rematerialización, o sea, de reinserción en el territorio del arte de la carne frágil y mortal”.  

Epílogo

Según Borges, el Islam asevera que el día del juicio final, todo perpetrador de la imagen de una cosa viviente resucitará con su obras, y le será ordenado que las anime, y fracasará, y será entregado con ellos al fuego del castigo”…