Pese a que la historia demuestra lo contrario, negar la existencia del asesino en serie es una constante en nuestro país, tanto las autoridades encargadas de la procuración de justicia, como los encargados de la seguridad pública niegan sistemáticamente que en México existan homicidas seriales aunque los estudios y las publicaciones les hayan demostrado lo contrario.
Lo mismo ocurre cuando se menciona que en nuestro país se produce cine de calidad con temáticas centradas en asesinos psicópatas o cuestiones relacionadas al horror que representan los delincuentes alojados en megalópolis como la nuestra. Más allá de un cine de terror convencional donde los fantasmas y asesinos sobrenaturales persiguen sin descanso a puñados de adolescentes precoces, el cine dedicado a los psychokillers ha retratado el verdadero terror cotidiano que cualquiera puede sufrir al toparse en su vida con un demente dispuesto a terminar con la vida de otros por una simple y sencilla razón: placer
Tal es el caso de la cinta “Atroz”, del director Lex ortega, firme integrante de la agrupación denominada “Sindicato del terror” empeñada en retomar y hacer surgir nuevamente un cine mexicano de género
Atroz es un perverso viaje al interior de la psique de los homicidas psicópatas, la película refleja la metódica y obsesiva vida de un par de asesinos seriales que han depositado sus fantasías sádico sexuales en la figura de un travesti que vende su cuerpo en la Calzada de Tlalpan de la monstruosa Ciudad de México; lo persiguen, secuestran y torturan bajo el cómplice lente de una cámara que registra cada uno de los gritos y súplicas de la víctima. Las imágenes proyectadas en pantalla no son aptas para público sensible, la lente que acompaña al puño estrellándose en el rostro de la víctima arroja directamente a los ojos del espectador un infierno que ni cerrando los ojos puede librarse de él; no en vano productores y realizadores de “Atroz” la han promocionado bajo el slogan de “La película más violenta del cine mexicano”.
Más allá de los fines comerciales y mercadológicos del atinado slogan; la violencia explícita y provocadora del filme es resultado de un montaje inteligente y un manejo de cámara muy atinado que demuestran que para hacer historia en la industria es suficiente con tener capacidad y un banco fílmico mental amplio; es decir, el éxito internacional de Atroz no se debe a un slogan, sino que se origina en la mezcla de técnicas y encuadres utilizados para contar la historia: el torture porn, la cámara subjetiva, el found footage y un excelso diseño de audio (especialidad de Lex Ortega) dan como resultado una cinta poderosa y refrescante dentro de una adormecida industria cinematográfica nacional que en varias ocasiones dio la espalda a los productores del filme orillándolos a buscar financiamiento en los sitios de internet que buscan el cofinanciamiento de diversos proyectos.
Lex Ortega en la dirección y Abigail Bonilla en la producción han demostrado que la calidad no es exclusiva de una género cinematográfico, ellos mismos han llevado a las pantallas nacionales e internacionales otros proyectos como “México Bárbaro I y II” conquistando festivales en Europa y Sudamérica.