Al hablar de Alejandro Jodorowsky Prullansky podemos hablar de varios personajes a la vez: del mimo, del director de cine, del director teatral, del escritor, del místico, del guionista, y de los muchos Jodorowskys que sus legiones de seguidores han querido ver en él. Esta multiplicidad de talentos del chileno hace un tanto complicado hablar de su trabajo como uno sólo, pero indudablemente motiva al acercamiento de su multifacética obra.
Resultaría ocioso enumerar las aportaciones que Jodorowsky ha realizado a la vida cultural de nuestro país, sería suficiente con mencionar que vino a rescatar al teatro y a la cinematografía nacional de un largo periodo de inoperancia creativa y a destapar la cloaca de la intolerancia moral dentro de las expresiones artísticas; intolerancia que incluso propinó su salida del país no sin antes haber marcado a una generación de jóvenes teatreros y nóveles creadores que hicieron de la escuela pánica una constante en su trabajo, aunque desafortunadamente muchos de ellos fueron poco valorados por la industria del espectáculo y terminaron refugiándose en proyectos menores muy distanciado de la innovación que el chileno proponía.
Sin embargo, y a pesar del menosprecio institucional hacia Alejandro Jodorowsky, éste continuó considerando a nuestro país para realizar varios de sus proyectos, principalmente los cinematográficos, tal es el caso del rodaje de la cinta “Santa Sangre” que filmó en México después de haber hecho “Tusk”, en India.
En Santa Sangre, Alejandro Jodorowsky refleja, no sin cuestionar, muchas de las creencias e instituciones del México que le tocó vivir; desde la iglesia y su falsa adoración, hasta el amor enfermizo del mexicano para con su madre, (en una remembranza Edípica, aunque más bien tirándole a Norman Bates), pasando por el malinchismo recurrente de toda Latinoamérica. De igual forma, Jodorowsky plasma en esta cinta una de sus más viejas obsesiones: El Circo y su amplia gama de personajes oníricos. El mundo circense de Jodorowsky nos presenta a un obeso lanzador de cuchillos llamado Orgo, a la cachondísima “mujer tatuada”, a la pequeña funámbula sordomuda Blanca, al pequeño mago Fenix, hijo de Orgo y de Concha, equilibrista y sacerdotisa principal de la secta “Santa Sangre”.
El circo pánico que muestra Jodorowsky en Santa Sangre volvería años más tarde bajo la dirección de Juan López Moctezuma, por mucho el alumno más aventajado de el mimo chileno, Moctezuma presenta en su filme “El alimento del miedo” un circo internacionalmente jodido lleno de magos, titiriteros, enanos, payasos invidentes, homenajes a brozo (si Moctezuma supiera en que derivo el payaso tenebroso, seguro se arrepentiría) y freaks.
Aunque no tan cercano al Zen y otras filosofías orientales como en sus películas anteriores, Jodorowsky retoma los aspectos teológicos en la figura de “Santa Sangre”, secta que adora la figura sin brazos de una mujer quien muere violada, su santuario es construido sobre el mismo lugar donde supuestamente brota su sangre. Secta que ve extinguirse su fe a la par de que el templo es destruido con el aval de la jerarquía católica; la iglesia como testigo de su propia destrucción.
Uno de los aspectos retomados de películas anteriores y de la propia filosofía de vida de Jodorowsky, es la correlación entre el dolor – madurez – muerte. Esto se ve plasmado durante la secuencia en que Orgo tatua a Fenix con un cuchillo una especie de ave, la sangre no cesa de correr por el pecho del pequeño mago mientras escucha a su padre decir: “Ahora ya eres un hombre”. Mismas palabras utilizadas por “El Topo” en una de las secuencias del western metafísico.
Concha, madre de Fenix, perece a manos de Orgo al sorprenderlo en pleno goce con la mujer tatuada. Orgo, después de que Concha le quema los genitales, corta de un solo tajo los brazos de la estrella del circo y le clava un cuchillo en el pecho, para después suicidarse; todo ello frente a la mirada expectante del entonces pequeño Fenix, que sólo alcanza a recordar un par de gallos negros bebiendo la sangre de sus inertes padres.
A la par de un alucinante soundtrack que incluye letras como:” El fin del mundo se acerca ya, Con la esperanza que acabará, ya las señales están cundiendo”, acordes de Cricri, Pérez Prado y Juventino Rosas, pasando por los tradicionales corridos y melosos boleros tipo La barca de oro y Bésame mucho, Jodorowsky narra la historia de Fenix, un peligroso esquizofrénico que un buen día decide escapar de la clínica en la que se encontraba refugiado, para realizar una especie de viaje de sanación, término muy recurrente en la obra del director chileno, solo que para lograr dicho propósito, Fenix adopta como guía espiritual a su difunta madre. Fenix mantiene una extraña fijación con los brazos de las mujeres, es incapaz de mirar a una mujer sin imaginarla carente de brazos, fantasía que lleva al extremo de la realidad al matarlas bajo las ordenes de su posesiva madre.
Si hablamos de Jodorowsky no podemos dejar de enumerar algunas secuencias alucinantes que han hecho del chileno un verdadero director de culto a nivel mundial, no olvidemos aquella partida de jóvenes con parálisis cerebral que son adentrados al mundo de las putas y la coca en una noche de juerga; O aquella en que una enorme luchadora acaba con sus oponentes sin despeinarse siquiera, (esos brazos debían estar en la colección de Fenix). Sin embargo, la escena que ejemplifica brillantemente el término artístico “Pánico” (híbrido de terror, humor y simultaneidad) es aquella en que Fenix ayuda al alucine de su madre y le “hecha la mano” para terminar su tejido.
Una de las últimas apariciones de Alejandro Jodorowsky frente a las cámaras de cine es su participación en el cortometraje español “Psicotaxi” (Juan Carlos Fresnadillo 2002), brevísimo trabajo (3n minutos) en blanco y negro que muestra el trabajo de la técnica psicomágica aplicada al miedo a volar.